martes, 22 de mayo de 2012

LEYENDAS DE LA AMAZONIA




EL AGUARUNA QUE SE TRANSFORMO EN HUANGANA




Los antiguos aguarunas y huambisas se retiraban a descansar apenas el sol se perdía en el horizonte. A las 7.00 p.m. los nativos del Alto Marañón dormían en sus rústicas viviendas.
A las 2.00 a.m. se levantaban, enjuagaban sus muelas con agua limpia, tomaban una ligera comida consistente en yuca cocinada y algún huevo cocido.
A las 4.00 a.m. salían con sus perros por delante, su pucuna al hombro repleta de flechas envenenadas y su bolsa tejida de hilos de chambira. El antiguo aguaruna bien temprano se va a montear en busca de mitayo y por trochas especiales para cazadores en busca de algún animal comestible como el majaz, añuje, carachupa, sajino, huangana o monos nocturnos y cuando no encontraban ninguna presa el aguaruna dedicaba su tiempo a matar aves como el paujil, pucacunga, palomas y pavas de monte,etc.

Así pues, un aguaruna que había salido a mitayear al monte, encontró en su camino gran cantidad de huellas de huanganas y comenzó a seguir sus huellas. De repente, el aguaruna escuchó un grito ensordecedor que iba aumentando por momentos, retumbaba todo el bosque, el aguaruna, pensó,una manada de huanganas viene corriendo hacia acá, es peligroso porque todo lo destrozan a su paso, así que será mejor que me suba a un árbol.
Y el mitayero trepó a un árbol y al poco tiempo más de cincuenta huanganas aparecieron corriendo y se les notaba enfurecidas, seguramente habrían notado la presencia de un ser humano, levantaban el hocico olfateando nerviosamente el ambiente. El aguaruna se dio cuenta de que no eran vulgares huanganas, como el estaba acostumbrado a matar y comer, eran unas huanganas diferentes nunca vistos anteriormente, les llamaban “hombres huanganas”. El aguaruna se dio cuenta de que dentro de la manada sobresalía una sobre todas las demás.

Esta huangana era como el Jefe, guiaba a las demás, les hablaba, les reunía, les daba órdenes. El aguaruna no se atrevía a bajar del árbol, se hizo de noche y se disponía a dormir acomodándose lo mejor que pudo en la rama de un árbol y de pronto observó asombrado que las huanganas se convertían en gente. Parecían personas, hablaban como hombres, hacían chistes y tomaban masato.

El mitayero, por un momento creyó que estaba soñando y de pronto escuchó la voz de una persona que desde abajo le llamaba: ”Hermano, que haces allí arriba sentado sobre una rama como un pajarito. Baja amigo, te convido mi masato”.

El aguaruna no se daba cuenta de que le estaba hablando el Jefe de las huanganas y creyendo que era una persona, bajó para tomar su masato. Luego el Jefe de las huanganas le dijo: ”Hermano, te invito a mi casa, acompáñame” Se fueron juntos y al llegar a cierto lugar, la huangana se quitó el vestido típico de los aguarunas y lo dejó bien dobladito sobre un palo caído, dejó su pucuna y su aljaba pegada a un árbol y amarrados con una soguita para que no se cayeran, luego invitó al aguaruna a que hiciera lo mismo. El mitayero se marchó con las huanganas y no regresó a casa varios días. Por eso, su mujercita, sus hijos, familiares y amigos lloraban todo el día, pensando que algo malo le había pasado y salieron en su búsqueda, pero no le hallaban. Al día siguiente, encontraron sobre un palo su vestido, su pucuna y su aljaba. Extrañados vieron huellas del aguaruna y huellas de las huanganas que se entremezclaban, le siguieron hasta que se perdieron, porque la lluvia les había borrado y todos regresaron tristes y llorando a su casa, dándole por muerto.
Mientras tanto, las huanganas se llevaron al mitayero por los cerros, le hacían caminar por lugares peligrosos llenos de espinas, él se caía al barro, poco a poco se iba acostumbrando a la vida de las huanganas.
Cuando encontraban algún árbol de frutas silvestres como: shimbillo, chambira, pijuayo le obligaban a subir y le decían que cortase con su muela para que cortase la rama de shimbillo o de cualquier árbol frutal. Y así el aguaruna fue aprendiendo la vida y las costumbres de las huanganas y él no se daba cuenta que se iba convirtiendo en huangana. Pues, ya le habían salido pelos largos endurecidos, puntiagudos semejantes a las espinas del huicungo y corría ya igual que las huanganas, o sea se había transformado en una HUANGANA.











LA COCHA













El nombre de COCHA, se da a todo lago o laguna ubicada en algún lugar de la Selva. Unas son mediterráneas y otras con salida a un río cercano a través de un caño. También hay cochas vivas y muertas.

No es una casualidad que en esta inmensa selva amazónica existan numerosas cochas muertas, que no viene sino a ser la consecuencia de algún desacomodo ecológico ocurrido en el tiempo.

Así se conoce que cuando uno anda en la intrincada selva se encuentran numerosas cochas muertas, que muchísimos años antes fueron emporio de multitud de peces, lugar de vida de grandes lagartos, de innumerables boas, de riquísimas taricayas, cupisos, charapas, así como también de vacas marinas o manatís que vivían felices disfrutando de todo lo que la pródiga naturaleza les brindaba.

Esas grandes cochas de ayer, hoy son mas que mudos testigos de las grandes riquezas ictiológicas amazónicas y restos de accidente geográficos que un día tuvieron vida y luego se convirtieron en grandes extensiones de terreno, formada de tierra movediza cubierta de piri piri, puto puto, lagarto tabaco con aguas empozadas, barro, fango, donde miles de zancudos, grillos huameros, callo callos y otras se han convertido en pródigas tierras de cultivo que el hombre de la selva las aprovecha para la siembra de productos de pan llevar.

¿Pero porqué la existencia de muchas cochas muertas?

Sencillamente por dos motivos, uno porque de aquellos lugares salieron las “madres” de los lagos y se fueron a vivir a otros sitios.

¿Pero porque salieron de su habitat?

Porqué se sintieron incómodos para el normal desarrollo de su vida.

¿Qué les incomodó?

La competencia que hace el hombre cuando pesca y coge diferentes especies indiscriminadamente y sin límites, llegando incluso al desperdicio y con ello va disminuyendo el recurso alimenticio de la gigante ” madre de la cocha”.

De igual modo el ruido de motores, el olor de la gasolina, petróleo, la pesca con dinamita o barbasco son causas para que las ”madres de las cochas” que son inmensas boas, abandonen su original lugar de vida en busca de adecuados sitios que les permita acomodar su descomunal cuerpo y donde hay abundancia de alimentos para su subsistencia.

Por eso en todo el ámbito de nuestra selva hay numerosas cochas muertas y de las que conocemos podemos citar las siguientes:
La cocha de Tipishca en Requena.
La cocha de Paca Cocha en Coronel Portillo y que a la luz de nuestros ojos hemos visto que este lago poco a poco iba perdiendo sus aguas hasta que se convirtió en una extensa zona agrícola y ahora prácticamente todo ha desaparecido y solo queda en el recuerdo lo panorámico y atractivo que fue esta laguna.

El otro motivo porque el que las cochas se están extinguiendo es ocasionado por el hombre, por el sedimento de las aguas servidas que van a dar a las lagunas como ha sucedido con el Lago de Moronacocha en Iquitos y casi como está pasando con el majestuoso Lago de Yarinacocha en Pucallpa cuya extinción es inminente.

En Saposoa, también desapareció la famosa Cocha Grande, la del Dios Sapo, y otras lagunas y lagos que con el tiempo irán desapareciendo por la acción del hombre con su tala, quema indiscriminada y el envenenamiento de los recursos hídricos de nuestra Amazonía.

LA AMAZONAS








La explicación del origen del pueblo de los Ticunas, llamados “Pieles negras” por sus vecinos debido a que así pintaban sus cuerpos en las ceremonias dedicadas a sus dioses o sus protectores de clan, narra que Yuche, quien vivía desde siempre en el mundo, en compañía de las perdices, los paujiles, los monos y los grillos, había visto envejecer la tierra. A través de estos animales, se daba cuenta de que el mundo vivía y que la vida era tiempo y que el tiempo... era muerte.

No existía en la tierra sitio más bello que aquel donde Yuche vivía; era una pequeña choza en un claro de la selva, muy cerca de un arroyo enmarcado en playas de arena fina. Todo era tibio allí, ni el calor ni la lluvia entorpecían la belleza de aquel lugar. Dicen que nadie ha visto el sitio pero los Ticunas esperan ir allí algún día.

Un día Yuche fue a bañarse al arroyo como de costumbre. Llegó a la orilla y se introdujo en el agua hasta que estuvo enteramente sumergido. Al lavarse la cara se inclinó hacia adelante mirándose en el espejo del agua; por primera vez notó que había envejecido.

Al verse viejo se entristeció profundamente. “Estoy ya viejo... sólo!. Oh, si muero la tierra quedará más sola todavía”. Apesadumbrado, despaciosamente emprendió el regreso a su choza. El susurro de la selva y el canto de las aves lo embriagaban de infinita melancolía.

Por el camino sintió un dolor en la rodilla como si le hubiera picado un animal. Sin darse cuenta, pensó que había podido ser una avispa y comenzó a sentir que un pesado sopor lo invadía. Siguió caminando con dificultad y al llegar a la choza se recostó quedándose dormido. Tuvo un largo sueño; soñó que entre más soñaba más se envejecía y más débil se ponía y que de su cuerpo agónico se proyectaban otros seres. Despertó muy tarde al día siguiente y quiso levantarse pero el dolor se lo impidió.

Entonces se miró la rodilla y notó que la tenía hinchada y transparente. Le pareció que algo en su interior se movía; al acercar más los ojos vio con sorpresa, allá en el fondo, dos seres minúsculos que trabajaban y se puso a observarlos.

Las figuras eran de un hombre y una mujer, el hombre templaba un arco y la mujer tejía un chinchorro. Yuche les preguntó: “¿Quienes son ustedes? ¿Cómo llegaron ahí?” Los seres levantaron la cabeza, lo miraron pero no dijeron nada, siguieron trabajando. Al no obtener respuesta hizo un máximo esfuerzo para ponerse de pié, pero cayo en tierra.

Al golpearse la rodilla contra el suelo, salieron de allí los dos pequeños seres que empezaron a crecer mientras él moría.

Los primeros Ticunas se quedaron un tiempo allí, donde tuvieron muchos hijos y más tarde se marcharon porque querían conocer más tierras. Muchos Ticunas han buscado ese lugar pero ninguno lo ha encontrado. Algunos dicen que es en el Brasil, en una quebrada que desemboca en el río Yavarí .




EL TIGRE Y EL ESPÍRITU GUERRERO



Sucedió hace mucho tiempo, en las cercanías de lo que ahora es la comunidad de Santa Rita; cierto día se celebraba una gran fiesta, se bebía chicha fermentada y vinillo, y se comía pescado y carne de monte, todo era alegría y camaradería, más al transcurrir las horas y cuando ya la mayoria de las personas estaban embriagadas, de pronto un hombre salta la pista de baile donde se encontraba su mujer bailando con otro, la toma del brazo y enardecido por los celos comienza a maltratarla; los invitados al darse cuenta de lo que sucedía sujetan al alevoso sujeto y lo amarran con bejucos de carahuasca. El borracho lucha tenazmente con sus ataduras logrando zafarse, arrepentido de lo que hizo huye a la selva para dejarse morir en ella.

Cuando por fin se despierta se da cuenta de que se halla en medio de la selva, sintiendo un fuerte chuchaqui, pero viendo que la vida es bonita y merece ser vivida; bajo un gran árbol de cedro construye una enramada y prende una fogata para ahuyentar a las fieras. La noche tendió su manto y el canto de los sapos, grillos y chicharras, lo mantuvieron despierto por un largo rato; y fue en esos momentos cuando vio acercarse una sombra que se detuvo a sus pies, parecería que deseaba decirle algo, pero nuestro hombre no lograba descifrar el mensaje.

A lo lejos se escuchó un fortísimo rugido, era el huagra tigre y la selva se estremeció desde sus raíces, luego vino un silencio espeluznante y nuevos rugidos cada vez más cercanos. Cuando el tigre estuvo a pocos metros del indígena, la sombra que se había ubicado a los pies de éste se lanzó sobre el felino y se entabló entre ambos una mortal lucha; caían las palmas de chonta; los monos chillaban; temblaba la tierra; los contrincantes jadeaban de cansancio. La sombra durante la lucha logró tomar una filuda astilla de chonta y utilizándola a manera de puńal la enterró en el tigre varias veces. Por las heridas huía la vida del animal, la sangre manaba a borbotones.

El hombre aprovechando la confusión trata de escapar escondiéndose detrás de los árboles más gruesos; en cuestión de segundo la sombra tambaleante le da alcance y le dice: “vete a tu casa y no faltes más el respeto a las mujeres; no regreses a ver si el huagra tigre te persigue.” El indígena retornó a su hogar lloroso y arrepentido, pidió perdón a su mujer por los maltratos anteriores y fundidos en un amoroso abrazo hicieron el amor, mientras el sol jugaba con el follaje de los árboles cercanos, refugio de pájaros y monos chichicos.

Ese mismo día nuestro indígena regresó a la selva donde tuvo lugar la pelea; allí yacía el cuerpo del enorme huagra tigre, cubierto de impresionantes heridas y lleno de hormigas gigantes que le devoraban los ojos. Uno del grupo comentó que la sombra protectora debió ser la madre selva, que protege a los hombres cuando estos se internan en el bosque.




  LEYENDA Y ORIGEN DEL RIÓ TENA




Muchísimos ańos antes de la sublevación del gran cacique Jumandy, más arriba de donde actualmente se asienta la parroquia del Pano, vivían unas doscientas familias quijos, procedentes de lo que es actualmente Archidona.

Cuando se inicia esta narración el gran Curaca, celebra el nacimiento de su hijo, a quien puso por nombre Pano; mientras que en la comunidad del Calvario, llenando de felicidad a la familia del gran cacique nacía una hermosísima nińa, a la que le pusieron por nombre Tena.

El tiempo pasó veloz, como vuelo de azulejo y Pano y Tena crecieron, transformándose ella en una bellísima mujer y él en un robusto guerrero.

Pano hombre diestro en el manejo de las armas, con un grupo de jóvenes de su edad, participaba en una larga partida de caza. Cruzaron buscando animales, lomas y planicies, llenas de guaduales, pasos y pitones; era la época que maduraba la guaba y la chonta, las guantas y las guatusas se escabullían gordas y satisfechas. Los muchachos cansados por el esfuerzo realizado, acamparon a la orilla de un río repleto de carachamas. Cuando estaban tomándose el último mate de chicha, tintineó como campanilla de fiesta, un alegre coro de risas femeninas. Era la hermosísima Tena que con un grupo de compańeras, tomaban desnudas un bańo en un remanso del río. De este inesperado encuentro nació un intenso amor entre Tena y Pano y comenzaron a verse diariamente en un hermoso lugar junto a un gran árbol de caoba, ubicado en un recodo del río, sitio discreto y alejado de la murmuración. Pero como ningún secreto dura mucho tiempo, el padre de Tena se enteró del romance y prohibió terminantemente que continúen las citas clandestinas. Tena estaba prometida por su padre, al hijo de un gran Curaca de las cabeceras del río Misahuallí.

A partir de ese día, cuando Pano emocionado y tembloroso llegaba al lugar de sus encuentros amorosos, este siempre estaba solitario, hasta las aves que anidaban el gran árbol de caoba, se habían alejado del sector. El enamorado joven cayó en un estado de mutismo y depresión, el vigor de su juventud se extinguió rápidamente, sin que existiera enfermedad visible. Los shamanes se reunieron para tomar ayahuasca y estudiar el caso. Uno dijo que un poderoso banco (brujo mayor) de una comarca cercana le había enviado un mortal virote (dardo-maldición). Otro aventuró la posibilidad, de que el cuerpo del joven estuviera poseído por un maligno supay (diablo-demonio). Un tercero sostuvo, que Pano simplemente estaba enamorado de una bella y esquiva princesa. Pero a pesar de este último diagnóstico y a la terapia que le impusieron, el desconocido mal iba minando la salud del joven.

Pano ante la falta total de noticias de su amada, decidió inmolarse cometiendo suicidio para acabar con su vida, escogió lanzarse al río de aguas turbulentas y así desaparecer para siempre de la tierra. Tal como lo planificó lo hizo; saltando de una saliente cayó en lo más profundo del río y mientras era arrastrado por la correntada y giraba con los remolinos, iba llorando lastimeramente su desgracia. Las piedras y las garzas, las apangoras y carachamas, los yutzos y los pindos, las ranas y los grillos, todos se enteraron de su pena y dolor.

Una lluviosa tarde, cuando Tena triste y resignada a su suerte, tejía monótonamente sin ninguna prisa ni ilusión, una ashanga (canasta) para transportar los productos de la chacra, un pingullo pishco (ave de mal agüero) que se posó en una rama cercana con su canto aflautado, le contó el triste final de Pano. Tena agobiada por un inmenso dolor decidió seguir la suerte de su amado; huyó de la casa de sus padres, corrió y corrió por senderos y barrancos, por playas y lodazales y cuando ya no pudo más, se lanzó finalmente al agua y bajó arrastrada por la fuerte correntada, golpeándose contra las piedras y tostándose con el sol en los remansos.

Un hermoso día lleno de sol y mariposas se encontró con su amado, que bajaba llorando su desgracia, fundido con las aguas del río, que había tomado el nombre de Pano, y ella rendida de amor lo acogió en sus brazos, juntando los caudales de ambos ríos, que se hicieron uno para toda la eternidad. Pano y Tena de esta forma engendraron un solo río: El caudaloso Tena, que desde entonces corre alegre y rumoroso lamiendo las blancas playas y las orillas llenas de guabas, guayabas y orquídeas fragantes.





EL PUNGARA URCO: LA CASA DEL DIABLO
Mucho antes de que los jesuitas llegaran a Loreto y Archidona, un puńado de indígenas quichuas vivía ya en las faldas del cerro Pungara Urco (cerro de brea), hoy comunidad de San Pedro al Oriente del actual centro poblado de Muyuna. En esos días cuatro nińos desaparecieron en el río, por más que los buscaron no encontraron ninguna huella, así pasaron varios meses, hasta que dos mujeres que salieron en busca de agua no retornaron jamás.

Muy preocupados por estas desapariciones, se reunieron los moradores del lugar para consultar a sus guias espitiruales, los brujos. El más anciano, pero también el más famoso de ellos, vivía en las faldas del chiuta. Junto con él hicieron los ayunos rituales tres brujos más, durante cuatro días bebieron esencia de ayahuasca y guando y al final estuvieron de acuerdo en afirmar, que aquel peligroso lugar donde ocurrieron las desapariciones, estaba asentado sobre un antiguo cementerio y que los supais (diablos) eran dueńos de ese territorio porque algunas almas les pertenecían.

Los bancos (poderosos brujos) dijeron que para alejar a los espíritus era necesario emplear algunas hierbas ceremoniales y mucho ayuno, pero que además tenían que cancelar el precio estipulado y este consistía en cuatro guanganas (sajinos) y cuatro canoas llenas de pescado ahumado. Efectuado el pago los brujos se dedicaron a la tarea de exorcizar aquel siniestro lugar; por las tardes, uno de ellos, el que estaba de turno, acompańaba a las mujeres y a los nińos hasta el río y les mostraba las piedras negras, donde vivían los diablos.

Una noche especialmente oscura y lluviosa, los cuatro brujos se dirigieron al playón del río; llevaban consigo ollas, hierbas y algunos maitos, de los que ellos nunca dejaron ver su contenido. Nadie pudo asistir a la ceremonia de exorcismo, pero se escucharon con toda claridad insultos, gritos, maldiciones y silbidos. Luego vino la lluvia fuerte, copiosa y persistente. Se incrementó el caudal de las aguas del río y los animales que viven en sus riveras enmudecieron. Al día siguiente los brujos agotados pero satisfechos, informaron que habían expulsado a los diablos y que estos se habían refugiado en el cerro de Pungara Urco; recomendaron no bańarse en el río cuando sus aguas crecieran, no lavar la ropa en el río pasadas las 6 de la tarde y no pescar carachamas durante la noche. Después de haber dicho esto, les brindaron chicha de chonta y pescado ahumado y cada quien se fue para su comunidad.

Pasó el tiempo y cuando la normalidad parecía haber sentado sus reales en la comuna, una hermosa tarde de sol y bulliciosos pericos, una hermosa y lustrosa guatusa llegó a una chacra, el dueńo de la misma un joven cazador, las siguió sigilosamente hasta el cerro del Pungara Urco y no volvió más. Sus amigos y familiares angustiados lo fueron a buscar, encontraron varios senderos misteriosos y escucharon silbidos escalofriantes, que los invitaban a perderse en la selva; la gente temerosa tuvo que regresar y del cazador no se supo nada más.

En las noches de luna llena, casi al filo de la medianoche, quienes por desgracia se aventuran a pasar cerca del cerro de Pungara Urco, o se atreven a caminar a través de él, escuchan espantados gritos desgarradores, seguidos de una risa diabólica, que se alarga insistentemente como un eco. Y son pocos los que han podido escapar a este reclamo. A veces por los potreros o chacras de la comunidad de San Pedro, asoman venados, guatusas, sajinos y pavas del monte. Ya nadie los persigue, ni se deja engańar. Estos animales son los diablos, que buscan tentar a los hombres para atraerlos al centro del Pungara Urco y no dejarlos regresar jamás.








                                                   EL PODEROSO RAYO





A unos cuantos kilómetros de Hillu yacu (río Hollín) vivía la familia siquihua; el jefe era un diestro cazador y un hábil pescador, esto hacía que la despensa de la casa estuviera siempre llena, pero como hasta la abundancia molesta a cierta gente, en una ocasión su mujer empezó a quejarse de un fuerte dolor en los brazos, por la dura labor de ahumar la carne de monte y los pescados. Por esta razón siquihua tuvo que dejar la cacería y la pesca, que no sólo eran su mejor entretenimiento, sino también la forma de mantener a su familia. Pasado algún tiempo y cuando la comida empezó a escasear, salió a cazar al monte y no consiguió atrapar ningún animal, fue a pescar y el río le negó los peces. Era como si hubiera perdido el toque de gran cazador y hábil pescador y así pasaron los días y su mala suerte se acentuaba. Su familia dejó de hablarle y su esposa le dijo que era un inútil y que lo detestaba. 

Siquihua como todo indígena cuando se encuentra en problemas, acudió en busca de ayuda donde el brujo de la comarca, quien le recomendó un estricto ayuno y le prohibió la sal, el ají y el vinillo. Siquihua así lo hizo, cumplió al pie de la letra las recomendaciones del sabio anciano y una noche de luna salió a pescar al rio Hillu Yacu, en donde estuvo por horas lanzando su atarraya, sin lograr pescar nada, probó con el anzuelo y el resultado fue el mismo, trató con el huami (embudo de carrizo) y tampoco tuvo suerte. En eso la lluvia, los truenos y los relámpagos pusieron dramatismo a su desesperado accionar y Siquihua tuvo que refugiarse tras una gran roca para esperar que pasara el fuerte temporal; estaba meditando en su mala suerte actual, cuando a lo lejos divisó la figura de un gigante que resplandecía al mismo ritmo que la tormenta eléctrica y lanzaba una gigantesca red primero hacia un lado y luego hacia el otro lado del río; en cada movimiento que hacía, los fenómenos atmosféricos tomaban mucho más fuerza y consistencia.
 

Cuando aquel impresionante gigante estuvo casi sobre la roca que le servía de refugio a Siquihua, lanzó la red en varios sitios del río, recogiendo una abundante cantidad de hojas, las mismas que depositadas en la playa, se convertían en grandes y apetitosos peces: había de todo, jandias, bocachicos, bagres, etc. Siquihua trató de apoderarse de uno de los peces, pero el gigante al darse cuenta de su presencia, con un vozarrón de trueno que lo llenó de miedo le dijo: “no te atrevas a coger lo que no te pertenece; pide y yo te daré lo que desees; pues soy el due
ńo, amo y seńor de los ríos”. Por favor amigo le suplicó Siquihua, mi mujer y mis hijos se mueren de hambre, sólo te pido que me des mucha suerte para pescar como tú lo haces. 

El gigante suavizando un poco su voz de trueno le contestó: “mi nombre es Rayu Apaya (Poderoso Rayo) y desde el día de hoy cada vez que vengas al río invócame y vendré en tu ayuda. Con mi protección cogerás muchos peces y tu familia no pasará hambre; ahora acompá
ńame río arriba”. Siquihua siguió al centellante gigante y llegaron a una cocha profunda, donde rayu lanzó su red; una enorme y pesada boa fue atrapada y depositada en la playa. Rayu le aplastó la cabeza con sus dedos, tan fuertes como una enorme prensa y le pidió a Siquihua que recogiera piedras negras y las colocara alrededor de la boa. Cuando el círculo de las piedras se hubo cerrado, el gigante las apuntó con su dedo y musitó unas extrańas palabras, de su dedo salió una fuerte descarga eléctrica y las piedras golpeando entre sí produjeron chispas que se convirtieron en llamas, prendiendo a los leńos puestos alrededor, de esta manera pronto la boa estuvo asada. 

La comida estuvo deliciosa, todo lo que sobró Siquihua lo envolvió en
ńachi pangas (hojas para maitos) y despidiéndose de su gigantesco amigo llevó todo ese alimento para su familia. Mas cuando cansado pero feliz llegó a su casa, su mujer lo llenó de insultos y no quiso recibirlo; de nada sirvieron regalos ni explicaciones; lleno de ira Siquihua se acordó de su gigante amigo y lo invocó: Rayu, Rayu, Rayu. De pronto un gigantesco rayo cayó en su casa y acabó con la vida de la mala mujer. 

Desde aquel acontecimiento, en las noches de truenos y rayos, Siquihua desaparecía misteriosamente y no regresaba sino hasta el amanecer, con un cargamento de grandes pescados, que siempre repartía entre los más necesitados. Siquihua es famoso por su generosidad y tanto en su comunidad como en los alrededores la gente lo llamaba Aycha yaya (padre pescador).




 LA BOA Y EL TIGRE




Por el camino que lleva a Misahuallí, a 6 Km. de Puerto Napo, en la comunidad de Latas vivía una familia indígena dedicada a lavar oro en las orillas del río Napo. Un día la madre lavaba ropa de la familia, mientras la hija más pequeńa jugaba tranquilamente en la playa: tan concentrada estaba la seńora en su duro trabajo, que no se percató que la nińa se acercaba peligrosamente al agua, justo en el lugar donde el río era más profundo. Una súbita corazonada la obligó a levantar su cabeza, pero ya era demasiado tarde; la nińa era arrastrada por la fuerte correntada y sólo su cabecita aparecía por momentos en las crestas de las agitadas aguas.

La mujer transida de dolor y desesperación, hincando sus rodillas en la arena implora a gritos ... yaya Dios! .... yaya Dios! Te lo suplico salva a mi guagua, y Oh! sorpresa, la tierna nińa retorna en la boca de una inmensa boa de casi 14 metros de largo, que la deposita sana y salva en la mismísima playa; la mujer abrazando a la nińa llora y sonríe agradecida. Desde aquel día la enorme boa se convirtió en un miembro más de la familia, a tal punto que cuando el matrimonio salía al trabajo cotidiano, el gigantesco reptil se encargaba del cuidado de los nińos.

Pero un tormentoso día, cuando los padres fueron a la selva en busca de guatusas para la cena, la boa no llegó a vigilar a los nińos como solía hacerlo todos los días. Este descuido fue aprovechado por un inmenso y hambriento tigre, que se hizo presente con intenciones malignas.

Los muchachos desesperados gritaron a todo pulmón “!yacuman amarul! (boa del agua), el gigantesco reptil al oír las voces de los nińos salió del río y deslizándose velozmente entró a la casa; se colocó junto a la puerta, para recibir al tigre que trataba de entrar sigilosamente en el hogar de sus amigos; la lucha que se desató fue a muerte; la boa se enroscó en el cuerpo de felino, pese a las dentelladas del sanguinario animal; los anillos constrictores del reptil se cerraron con fuerza, mientras el tigre la mordía justo en la parte de la cabeza, al final se escuchó un crujido de huesos rotos y ambos animales quedaron muertos en la entrada de la casa.

Cuando regresaron los padres de los chicos, recogieron con dolor los restos de su boa amiga y ceremoniosamente la velaron durante dos días, para luego enterrarla con todos los honores y ritos que se acostumbraban utilizar para con los seres queridos.





  EL ARBOL DE LA ABUNDANCIA 


Hace muchos, pero muchísimos ańos, los gemelos indígemas Cuillor y Ducero fueron de visita al tambo de su amigo Mangla para solicitarle comida. La Amazonía estaba soportando una prolongada ausencia de lluvias y las chacras en su mayoría se habían arruinado. Cuando llegaron donde Mangla, éste les brindó chicha de yuca y también de chonta, durante el tiempo que duró la conversación entre ellos, los gemelos se dieron cuenta que en una esquina de la casa había unas escamas de pescado, que por su tamańo hacían presumir cuan grande había sido el pez al que se las habían quitado; indagaron a su amigo el lugar donde el pescaba y Mangla les indicó que en una cocha cercana (poza, laguna) y los invitó a que participen ishInca (trampa de canuto en forma de embudo) en mano, en esta actividad.

Cuando llegaron a la cocha, a pesar de que estuvieron varias horas tratando de capturar una pieza, no lograron nada; Cuillor y ducero, agarraron a su amigo y bajo amenaza de propinarle una descomunal paliza ´por mentiroso, lograron que les declare la verdad. Arrepentido de su embuste Mangla les contó que por la cordillera de los Guacamayos, crecía un árbol tan grueso y gigantesco, que en su copa albergaba una gran laguna poblada de una gran variedad de peces, aves y animales. Los hermanos siguieron presionando a su amigo, para que los lleve hasta el lugar exacto donde crecía el maravilloso árbol.

Una vez que se pusieron de acuerdo, Mangla y los gemelos iniciaron la larga marcha. Avanzaron por senderos de animales, sortearon pantanos y se toparon con una impresionante boa de 15 metros de longitud que se encontraba dormida, tratando de digerir el venado adulto que le había servido de alimento. Manchones de cańa guadua, pintaban de amarillo y verde el paisaje ante sus ojos, el frío se fue haciendo gradualmente más intenso, de tal forma que les calaba los huesos y por fin en un extenso claro de la selva, llegaron al sitio donde se erguía el descomunal árbol.

Los gemelos y su amigo ayunaron durante tres días con sus respectivas noches, con el propósito de descubrir la forma de derribar el varias veces milenario árbol. Tomaron una porción de la alucinante ayahuasca (planta alucinógena) y nada malo vieron en su viaje hacia las fronteras de lo misterioso y sobrenatural. Cuando salieron del trance en que los sumió la ayahuasca, pidieron ayuda a los animales y los insectos para que los ayudaran a derribar el portentoso árbol: guatusas, ardillas, pájaros carpinteros, comejenes, abejorros, etc. trabajaron hasta el agotamiento, en largas jornadas de sol a sol; los turnos eran seguidos y sin períodos de descanso y al final, el tronco fue limpiamente cortado pero el gigantesco árbol no caía.

Un hermoso halcón que por allí pasaba se acercó a uno de los gemelos y le dijo al oído que el misterio no estaba abajo en el tronco, sino arriba en la copa; luego de que pasó esta información el halcón se alejó raudamente lanzando al aire su grito de combate y dejando tras de sí una estela dorada. El gemelo ante esta revelación tomó una pócima de hojas y raíces y acompańándola de unas cuantas palabras mágicas quedó convertido en ardilla. Ágilmente trepó hasta la copa del gigantesco árbol y quedó gratamente sorprendido, ante la vista de una enorme y hermosa laguna, de agua pura y cristalina con islotes llenos de animales y aves.

En el centro de la laguna y del islote más grande, un colosal bejuco subía verticalmente hacia el infinito; él era la razón por la que el árbol no caía. Inmediatamente la ardilla se lanzó al agua y nadando ágil y rápidamente llegó hasta el islote donde estaba el bejuco y con un gran esfuerzo lo cortó con sus afilados dientes.

El milenario árbol haciendo un ruido monstruoso cayó derribado al suelo, el agua de la gran laguna se esparció por doquier y los peces nadaron en los arroyos que se formaron buscando un cause permanente. Todas las especies de animales y aves que poblaban la laguna se refugiaron en la selva y el torrente de agua llegó hasta los ríos, volviéndolos más anchos y navegables. Los únicos que no pudieron disfrutar de esta nueva abundancia, fueron los gemelos Cuillor, Ducero y su amigo Mangla, pues murieron aplastados por unas enormes rocas negras que saltaron del fondo de la laguna, en el momento en que el gigantesco árbol al ser derribado impactó contra la tierra.


miércoles, 16 de mayo de 2012

COMIDAS TIPICAS DE NAPO

Napo es una provincia sumamente tradiciona l especialmente en su gastronomia tipica, por lo cual hay muchos turistas que vienen a probar estas delicias de facil preparado.


ALGUNAS DE ELLAS SON:


Maito de Tilapia y Carachama (Archidona): Estos dos tipos de peces se envuelven en hojas, se amarran y son azadas, también expenden el maito de guanta, palmito, todo es de la amazonia, para el contento de los turistas.






 Sencillamente se hace un asado a carbon en elguna parrilla para que sea natural.



 Se lo puede servir con yuca en un plato al gusto de uno.





Es muy apetecido por todas la personas que visitan esta provincia y hasta por las personas que viven ahi.






Trucha (Quijos): Este atractivo gastronómico lo encuentra en todos los restaurantes de Quijos. La trucha es el plato especial de este sector, la misma que tiene variadas preparaciones de acuerdo a los gustos y exigencias del cliente.






La trucha es hecha al paladar de uno, la cual preparan con diferentes ingredientes.



Se puede servir al gusto de uno esto se puede ver en la amzonia y especialmente en Napo.




Cada restaurante sirve a su manera y con su gentileza y su humildad dan a las personas que visitan y prueban esta delicia.










Maitos (Quijos): Se elabora de carne, guanta, guatusa y de pescado: consiste en envolver estas carnes, en hojas de platanillo o bijao (similar a la hoja de plátano) luego colocarlo sobre el fogón.






Estos maitos lo hacen con una delicadesa en forma natural.




Lo sirven en las hojas de maito para que pueda haber su olor natural.









La chicha de chonta y Yuca (Archidona): Es la bebida que acompaña ala gran variedad de comida distintiva que se puede degustar en el Cantón.






La gente nativa de la provincia de napo cosechan este fruto, para luego cocinar en forma normal.





Su preparado es muy instantaneo, donde ellos aplastan y despues lo mastican y al siguinte dia despues de fermentar esta listo para servir.




Ala mayor parte de la poblacion les gusta beber este delicioso preparado por los indigenas que existe en la provincia de napo.










El chonta curo: este animal se lo puede encontrar en el arbol de la chonta, despues que sea tumbada el dichoso arbol. donde este animal crece simultaneamente.






Ahora se lo lava despues de haber sacado de habita, y se saca los desperdicios que tiene por dentro.




Este preparado se puede hacer en distintas maneras lo cual puede hazar, cocinar o freir al modo de uno.




Es muy delicioso al comer,  pues a todos los turistas les encanta este plato tipico.














La Guayusa. Es un arbol que crece en la amazonia ecuatoriana parecido al arbol de canela.





Simplemente se lo cocina en agua hasta hervir y despues se pone azucar al gusto de uno.



Sirve para curar algunas enfermedades hasta para el sueño, es casi como el cafe.







Se puede utilizar en diferentes alimentos como una bebida natural y myu apeteciada por todos.